Nos queda sólo un día para adentrarnos en el mes de mayo, mes de las flores, mes de la alegría, mes de las comuniones.
¡Ay las Comuniones! Ceremonias que se celebran en una Iglesia donde el murmullo de los asistentes es incesante, donde nadie está pendiente de lo que allí se celebra.
Lo importante de ese día es lo bien vestida que va mi niña o mi niño, que tenga el mejor convite con la mejor tarta, y, por supuesto, los regalos que el niño va a recibir al salir de la Iglesia.
Todo, claro está, después de haber entregado la invitación a cada uno de los asistentes y de haber realizado un reportaje de fotos más bonito y preparado que el de una pareja de novios que acaba de contraer matrimonio.
Para todo esto, y aunque estemos en época de crisis, ya hemos preparado la nada despreciable cantidad de unos 3.600 o 3.700 €.
Amigos, el consumismo nos devora. El sentido de la Comunión no es ese. No debemos de contagiar a los chicos con nuestras ideas de que cuanto más tienes, mejor eres. La Primera Comunión debe recuperar el sentido religioso que siempre ha tenido. Lo importante no es lo material, sino que el niño va a recibir por primera vez a Cristo, tomando su cuerpo como alimento.
Si no lo creemos así, debemos evitar llevar a los niños a hacer la Primera Comunión y dejar que lo hagan voluntariamente cuando sean mayores.
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